El Amor de los Amores
Los seminaristas
Mis niños de 1ª Comunión
Cristiana y Pepe que me han anunciado esta mañana que ya tienen sus invitaciones de boda ¡Que Dios los bendiga mucho en esta nueva etapa de su vida¡
El pasaje evangélico nos ofrece después una imagen maravillosa para aclarar la conexión entre Jesús, el Espíritu Santo y el Padre: el Espíritu Santo es representado como el soplo de Jesús resucitado (cfr Jn 20,22). El evangelista Juan retoma aquí una imagen del relato de la creación, allí donde se dice que Dios sopló en la nariz del hombre un aliento de vida (cfr Gen 2,7). El soplo de Dios es vida. Ahora, el Señor sopla en nuestra alma un nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos acoge en la familia de Dios. Con el Bautismo y la Confirmación se nos hace este don de modo específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia se repite continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los Sacramentos, cada uno a su propia manera, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que opera en ellos.
Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: “Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (Jn 20,20). Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado! No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos, viendo al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén.
Es una EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON EL SEÑOR, pues la dinámica interna de los pasos que sugiere no se agotan en el texto en sí , sino que lo trasciende, y hace que partiendo del texto escrito en la Biblia se busque el encuentro personal con el Señor. Ella parte del texto para buscar al Señor y encontrarlo vivo y presente en los avatares de cada día. Es en el actuar, en la cotidianeidad del día a día, donde aquello que fue orado de debe manifestar. Se dice que la Lectio nos introduce en una experiencia de encuentro con el Señor por medio de pasos que van profundizando el texto bíblico. Es sabido que lo fundamental no es cosas de la Biblia, sino vivirlas y convertirlas en actitudes y gestos concretos, actualizando la vida y el proyecto del Señor Jesús.